Ellos no nos necesitan para sobrevivir. Nosotros a ellos, realmente, tampoco. Sin embargo, la supervivencia es una existencia simple, carente de la excelencia creativa que permite explorar más allá de los talentos de hombres y de caballos.
El caballo puede resolver una equitación de un gran nivel y con una buena actitud si se lo proponemos desde su naturaleza, respetando las leyes que han diseñado su forma de ser y su arquitectura, sin forzarlas para satisfacer nuestras necesidades egocéntricas ni someterlas a nuestros miedos, sino más bien educando su cuerpo y su mente para que funcionen. A partir de ahí sólo debemos respetarlo y acompañarlo sin hacer ruido, como meros pasajeros.
Será entonces cuando la equitación, además de hacernos disfrutar a nosotros, los humanos, ayudará al caballo a moverse mejor, a relacionarse mejor, a vivir mejor. No sólo no le perjudicará, sino que podrá aportarle algo más, la excelencia creativa.
Suena sencillo, pero no lo es. Implica por parte del humano un trabajo enorme hacia sí mismo, hacia la transformación de sus instintos y gestos más primarios. Por parte del caballo tampoco lo es, deberá convertir su miedo en curiosidad, su dependencia en libertad y volverse nuevamente ligero con un peso artificial.

No será fácil. Sin embargo, ese crecimiento vital es lo que el humano le puede aportar al caballo también y no solo servirse de él.
Recuperaremos así una parte importante y un equilibrio en esta relación, ya que, normalmente, se ha dado más importancia al humano por encima del caballo y, posteriormente, en algunos contextos, al caballo por encima del humano.
Nunca ha salido nada bueno de los extremos.
Así que todo dependerá del “cómo“ proponemos y gestionamos toda esta transformación de los dos seres, caballo y humano. Ese debería ser el objetivo de dicha relación y de la equitación, llegar a conseguir que el hombre, como máximo depredador, y el caballo, como la presa más vulnerable, caminen juntos construyendo una vida mejor para ambos.
Esa es la experiencia de vida que se nos ofrece.
¿POR QUÉ DOMAR UN CABALLO?


